Dolor, infección, gangrena y amputación, esas fueron las consecuencias que tuvo que soportar Apryl Michelle Brown de 46 años de EE.UU. Ella sólo quería aumentar el volumen de sus nalgas y eso la impulsó a comprar silicona en el mercado negro.
La mujer, madre de dos hijas, trabajaba como peluquera y un día en 2004 una de sus clientas contó de lugares donde inyectaban silicona muy barata. Brown, que desde su juventud sufría mucho por su ‘trasero de tabla’, soñaba con unas nalgas grandes. “En una fracción de segundo tomé la decisión de que iba a ir donde esta mujer y dejarle inyectar silicona en mi trasero”, dice la estadounidense.
Pagó 1.000 de dólares por dos inyecciones, que fueron aplicadas en una casa, no en un hospital. “Yo no hice ninguna investigación. Una combinación de ingenuidad, confianza fuera de lugar y la inseguridad me llevaron a tomar esta decisión desastrosa”, explica la mujer.
Resultó ser que el líquido inyectado no era silicona para uso estético, sino sellador de baño o silicona industrial.
Los dos años siguientes la zona inyectada se puso dura con la piel ennegrecida. “Entendía que algo no estaba bien. Pero la vergüenza me detuvo a buscar ayuda médica. Entonces comenzó un dolor punzante. Tuve que decirle a mi médico lo que hice. Estaba tan avergonzada”, cuenta Brown. Pasó los siguientes cuatro años en constante dolor. Dos cirujanos le dijeron que era demasiado peligroso quitar esa silicona.
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